[Academia_psicologia] Mensaje de Dinah María Rochín en la Entrega de Reconocimientos a los profesores que cumplimos años de Servicio Académico

antonio corona gómez acorona48 en gmail.com
Jue Mayo 22 12:35:43 CDT 2014


Atendiendo a la solicitud de un conjunto de profesores para que hiciera de
acceso público el mensaje que ayer pronuncié, con motivo de la entrega de
reconocimientos a los profesores que cumplíamos años de servicio académico,
me permito anexarlo para quienes pueda resultar de interés.
Agradezco las múltiples muestras de simpatía que recibí en torno a este
texto y provecho para enviar un cordial saludo y mis felicitaciones a
quienes recibimos el reconocimiento y a *tod en s* <tod en s> quienes ejercemos
la noble tarea de la docencia en Psicología.

Dinah María Rochín Virués




 Nos encontramos aquí reunidos para recibir el reconocimiento de nuestra
querida *alma mater*, por nuestra larga labor académica en la formación de
muchas generaciones de profesionales de la psicología.

Coincidimos en este espacio, desde  quienes apenas cumplen su primera
década como académicos y de ahí, quinquenio tras quinquenio (15, 20, 25,
30,35) y hasta alcanzar 40 años de servicio en las aulas universitarias. Al
ser yo quien acumula más tiempo en el trabajo universitario se me solicitó
que hablase a nombre de los profesores galardonados. Lo hago con mucho
orgullo y enorme responsabilidad pues, independientemente de nuestros años
de servicio, el trabajo docente representa una de las mejores y más dignas
tareas que el ser humano puede desarrollar: el poner sus conocimientos,  su
vocación y dedicación al servicio de las generaciones de jóvenes que se
forman en una disciplina científica y humanista.

Aprovechando mi condición de “decana” en esta ceremonia, es que me
permitiré evocar, con una mirada nostálgica, la evolución universitaria que
me ha tocado vivir, de manera presencial.

El movimiento estudiantil de finales de los años sesentas tuvo enormes
repercusiones en la vida política y social de nuestro país que marcaron la
pauta para profundos cambios que sirvieron para ir construyendo un país más
participativo y que, creíamos, sería más justo y democrático. Los jóvenes
de los años 70’s llegamos a la universidad con la consigna de cambiar al
mundo! E, increíblemente, el Estado parecía haber tomado conciencia de
nuestra fuerza como motor de cambio social. A pesar de que pervive en el
recuerdo de muchos, la época de represión brutal del Estado a los jóvenes
de entonces, es necesario reconocer que el gobierno encabezado por el Lic.
Luis Echeverría -el último que ostentó un carácter nacionalista- puso su
apuesta en la educación como la alternativa para el desarrollo del país. El
proyecto del entonces rector, el Dr. Guillermo Soberón parar impulsar  el
crecimiento de las dependencias universitarias, permitió la creación de los
Colegios de Ciencias y Humanidades y las Escuelas Nacionales de Estudios
Profesionales con lo que la Universidad dejó de ser el privilegio de unos
cuantos para convertirse en el espacio donde convivían jóvenes de muy
diversas condiciones sociales, incluyendo una buena cantidad de personas de
origen rural e indígena, ávidos de formarse en la ciencia y la técnica. Los
resultados de esa propuesta gubernamental de educación superior,
trascendieron con mucho las expectativas de control que se planteaba para
dichos espacios educativos; ello fue posible gracias a la decisión de
profesores y alumnos que aprovecharon las concesiones del Estado para
forjar una educación pública, crítica y propositiva.

La apertura de esos nuevos espacios universitarios implicó, en los años
siguientes,  la necesidad de contratar a nuevos formadores para estas
generaciones y fue así como empezamos a convivir docentes, casi recién
egresados, con jóvenes en vías de formación. “Jóvenes enseñando a jóvenes”
podría haberse llamado ese innovador modelo de formación universitaria. Esa
convivencia, entre iguales, nos implicaba un compromiso mayor para suplir
con estudio y dedicación, lo que no nos aportaba la experiencia de nuestros
escasos años de vida. También habría que destacar la paciencia de nuestro
estudiantes para minimizar nuestros errores y su disposición de construir,
colectivamente, un conocimiento orientado a resolver las necesidades
psicológicas de las poblaciones más desfavorecidas; una línea de trabajo de
corte social que se convirtió en el elemento distintivo de las recién
creadas ENEPs, el cual, aunado al concepto multidisciplinario apostaba por
una visión integral de la problemática del ser humano.

Ya lo he escrito en otro texto pero vale la pena recalcarlo. Nuestra
querida Universidad resultó ser el patrón más noble: nos apoyó para
desarrollar nuestras innovadoras propuestas pedagógicas, nos trató siempre
con respeto; impulsó nuestro crecimiento profesional y nos acogió en el
seno de una comunidad académica que se tornó parte de nuestra familia. Por
ello, con gusto cedimos nuestro tiempo, nuestros conocimientos y nuestros
esfuerzos para formar profesionales de la psicología con una visión crítica
y comprometida con las causas sociales más sentidas.

Con nuestro trabajo cotidiano ayudamos a construir la Facultad de Estudios
Profesionales Iztacala; logramos colocarnos como un puntal en el estudio de
la disciplina psicológica y marcamos la pauta a otras instituciones al
desarrollar un modelo formativo integral, de alta excelencia académica y de
indiscutible compromiso social. La inclusión paulatina de jóvenes
comprometidos con la disciplina ha venido a enriquecer a la planta docente
que ahora se integra por un complejo grupo de las más diversas edades y
orientaciones teóricas.


El día de hoy, coincidimos en este espacio de júbilo y reconocimiento,
profesores y alumnos de distintas generaciones, entre quienes la vida y la
convivencia cotidiana ha creado lazos de amistad, de afecto, de admiración,
de compañerismo o mínimamente de respeto pues, por encima de nuestras
diferencias se impone nuestra decisión para optar por la docencia como
nuestra misión de vida. Nuestras anécdotas en los salones de clase,
nuestras experiencias en el trabajo docente y, particularmente en los
espacios de prácticas con personas que confían en nosotros para la
resolución de sus problemas, serían interminables e imposibles de resumir
en este breve texto pero no vacilo en afirmar que cada uno de los
profesores que hoy recibimos emocionados este reconocimiento, hemos
encontrado en la práctica docente, la realización de nuestros ideales
profesionales y de servicio.


Es insoslayable, en este festejo, el traer a la memoria el recuerdo de
quienes han decidido dar por concluida su trayectoria académica, optando
por la jubilación; una decisión difícil por lo que implica abandonar los
salones de clase y dejarse de nutrir a diario del ímpetu juvenil; es
también una decisión valiente en estos tiempos inciertos para los
trabajadores jubilados. Sus enseñanzas seguirán vigentes en las
generaciones que contribuyeron a formar y el recuerdo de nuestra
convivencia nos acompañará por el resto de nuestras vidas.


Aunque el recuerdo es necesariamente triste, tampoco podríamos olvidarnos
de los compañeros que nos precedieron en el camino sin retorno que marca el
fin de nuestra existencia. Quienes aún ejercemos el noble trabajo de la
docencia, llevamos muy dentro del corazón y la memoria las huellas de sus
pasos en esta institución. Honor a quienes hasta su último momento se
identificaron con la piel dorada y el fiero corazón de un puma.


Cada uno de nuestros esfuerzos individuales e institucionales, se han
sumado para hacer de Iztacala la gran institución educativa que es en estos
tiempos. Su importancia trasciende el ámbito nacional para posicionarse con
orgullo en la escena de los congresos internacionales abocados a los más
diversos temas de la disciplina psicológica. El esfuerzo requerido para
lograrlo, ha valido la pena y debe llenarnos de legítimo orgullo. Los
estudiantes, los docentes jóvenes y los que no tan jóvenes formamos una
gran comunidad y nuestra facultad es reconocida como una de las mejores en
América Latina y en el amplio mundo!


No obstante nuestras inmensas virtudes y nuestra fortaleza académica, es
necesario reconocer también las dificultades que en estos tiempos
enfrentamos:

Me preocupa que la universidad de nuestros días haya cambiado tanto
respecto a la Universidad de mis recuerdos: el acceso de los jóvenes
mexicanos a las aulas universitarias es cada día más difícil e improbable;
las políticas educativas gubernamentales se orientan a la capacitación
técnica, menospreciando la formación profesional y humanista; los
presupuestos universitarios requieren de mayores negociaciones cada año y,
de cuando en cuando, retorna la discusión del pago de cuotas repercutiendo
sobre los bolsillos de las depauperadas familias mexicanas; la deserción
por motivos económicos es una realidad dolorosa; los títulos universitarios
perdieron el valor de antaño y hoy los grados de maestría y doctorado –por
desgracia- no siempre obedecen al interés en la docencia y la investigación
sino a la posibilidad de una beca temporal que subsane la reducida oferta
de empleo profesional para los jóvenes egresados; la violencia que vive
nuestro país, amenaza cada vez más de cerca a los espacios universitarios.


En nuestro ámbito interno, lamento también que se presenten situaciones de
tensión y confrontación en temas que solo tan solo requerirían de apertura,
flexibilidad y buena disposición en cada una de las partes involucradas; me
asusta que en ocasiones no seamos capaces de dirimir las diferencias entre
nosotros, con el respeto que nos distingue como miembros de la comunidad
universitaria.  Los largos años de convivencia entre los académicos y
quienes hoy se encuentran en posiciones jerárquicas en nuestra institución,
nos obligan a hacer un esfuerzo conjunto de conciliación y diálogo
constructivo por el bien de nuestros objetivos comunes y la grandeza de
nuestra labor educativa.

Son ejemplos de los retos cotidianos que no podemos soslayar!

La historia ha demostrado la fortaleza y la capacidad de los
universitarios; aunque el avance democrático y humanista de la Nación pueda
verse retrasado en estos tiempos aciagos, nunca podrá ser frenado porque el
análisis profundo, la reflexión y la capacidad de transformación, forman
parte de la esencia de la Universidad Nacional Autónoma de México. Por
ello, solo me resta finalizar con el lema que nos hermana a todos los
universitarios.



*“Por Mi Raza Hablará El Espíritu”*
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